martes, 4 de diciembre de 2012

Desarrollo urbano y decadencia española (1ª parte)


Este artículo de David Ringrose fue publicado en 1983, en el primer número de la Revista de Historia Económica que edita la Universidad Carlos III. Tuvo bastante repercusión, ya que consiguió reabrir  el debate sobre las causas de la decadencia española en los siglos XVI-XVII. La tesis principal de Ringrose es que el establecimiento de Madrid como capital tuvo un resultado desastroso para la red urbana castellana, en la que el comercio regional se vino abajo, arrastrando a las industrias locales a la ruina. El punto de vista del estudio de Ringrose es el de la geografía económica.


En primer lugar, el artículo cita las dos tesis más conocidas acerca de la decadencia española. La primera, la visión del Quijote, es la tesis de la obcecación: la responsabilidad recae directamente sobre la camarilla autocrática que rodeaba a la realeza, una élite tradicionalista que consiguió detener la entrada de las nuevas ideas, como las que estaban surgiendo en Holanda, Inglaterra o Francia, impidiendo que el país se modernizara.

La segunda, más estrictamente económica, es la tesis de la bancarrota: la llegada de metales de América provocó un aumento de los precios, el complejo sistema fiscal español no supo adaptarse bien a la nueva situación y los gastos de las guerras y las subsiguientes bancarrotas acabaron arruinando al capitalismo castellano. Los intentos de reforma del Conde Duque de Olivares surtieron el efecto inverso al esperado, con sublevaciones en Cataluña, Vizcaya, Portugal y Nápoles, que desintegraron las redes de poder e influencia real.

Frente a estas dos visiones, Ringrose se pregunta por los motivos de la decadencia demográfica castellana. En otros lugares, como Inglaterra o el Languedoc, la población se estancó pero no disminuyó, como sí ocurrió en la Castilla de finales del XVI y principios del XVII. Dado que este territorio era la base económica de la monarquía, el autor señala este hecho como responsable de la decadencia española y apunta hacia un único culpable: Madrid.

Según Ringrose, los Austrias hicieron de Madrid una ciudad rica, donde se empezaron a concentrar las élites sociales de alrededor. Esta élite exigía productos de lujo, lo que redirigió toda la demanda hacia la capital. Sin una industria orientada al exterior, Madrid absorbía los recursos de su entorno pero no le devolvía nada, y eso acabó arruinando a las ciudades intermedias de Castilla y desactivando sus redes de comercio interregional.

Ringrose explica que, en un contexto de libre mercado, las redes urbanas de comercio se tejen de forma equilibrada, siguiendo una jerarquía más o menos natural, en la que la segunda ciudad más grande es la mitad o tres cuartos de la primera, la tercera es la mitad o tres cuartos de la segunda y así sucesivamente, hasta siete categorías. Este modelo funciona bien en un territorio con una demanda de consumo dispersa, como la Castilla anterior a los Austrias.

Sin embargo, en aras de otros fines, este desarrollo regional puede verse alterado artificialmente y provocar una crisis poblacional como la que nos ocupa. La intervención de los Austrias sobre la ordenación geográfica española provocó, según el autor, que el sistema comercial castellano se volviera dendrítico: todas las ramas acababan en el mismo tronco, Madrid, pero no se relacionaban entre sí.

Como ya hemos visto en clase, no es del todo cierto que Madrid no tuviera industria. Hay otras objeciones que se le pueden hacer a la interpretación de Ringrose, aunque no es cuestión de exponerlas todas aquí. Sin embargo, la suya es una visión distinta de la decadencia española, bien argumentada y que consigue generar debate. Vale la pena tenerla en cuenta, aunque sea para discutirla.

Grupo 1

1 comentario:

  1. Por quitarle las culpas a Madrid, que es mi ciudad y la tengo cariño... ¿No deberíamos mirar más bien a los Países Bajos, adonde se orientaba el comercio de lana castellana? Yo tenía entendido que la decadencia de Castilla tenía que ver con el fin de estos intercambios, aparte de las guerras, pestes, etc.

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